La OMS define la discapacidad como un término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. El término ha ido sufriendo una evolución con el objetivo de no encasillar ni estereotipar a las personas que se encuentran en dicha situación, por lo que actualmente se utiliza con mayor frecuencia diversidad funcional: estas personas deben realizar funciones como la mayoría, pero lo hacen de forma diferente.
Hoy, vamos a tratar dos tipos de discapacidades, la psíquica y la mental.
– Discapacidad psíquica. Se considera que una persona tiene discapacidad psíquica cuando presenta trastornos en el comportamiento previsiblemente permanentes. Se puede producir por diversos trastornos mentales como la esquizofrenia, la depresión mayor, el trastorno bipolar, etc.
– Discapacidad mental. Se considera como un trastorno definido por la presencia de un desarrollo mental incompleto, caracterizado por el deterioro de las funciones concretas de cada etapa del desarrollo y que afectan a nivel global la inteligencia.
¿Cómo afectan estas enfermedades a las relaciones interpersonales?
Las personas con diversidad funcional psíquica y mental tienen una propensión al aislamiento en un doble sentido:
- ellos mismo tienden a aislarse debido a su baja autoestima y autoconcepto.
- aunque cueste entenderlo, es la propia sociedad la que los aísla debido a los prejuicios y al temor a lo desconocido.
Lo síntomas que se manifiestan en su enfermedad, por lo tanto, dificultan sus relaciones sociales y pueden, a la larga, presentar unas habilidades sociales deficitarias. ¿Por qué ocurre esto? Las habilidades sociales se aprenden y se perfeccionan con la práctica, por lo que si la persona no las pone en práctica, estas se van deteriorando.
Nuestros cuidadores especializados en el cuidado de enfermos a domicilio en Madrid, podrán incidir en el refuerzo en instauración de conductas más adaptadas que faciliten la reinserción en el entorno social. Entre ellas destacan la empatía, la asertividad, la escucha activa y la comunicación verbal y no verbal.
Nuestros cuidadores pueden trabajar a través del seguimiento de prácticas técnicas de modificación de conducta, partiendo de la base de que los resultados obtenidos van a depender de cada persona y del trastorno mental que padezca.
- Refuerzo positivo: si la persona con enfermedad mental emite la conducta social adaptada y ajustada a la situación, el cuidador deberá recompensar dicha conducta con un refuerzo positivo, como por ejemplo un halago o una muestra de afecto.
- Moldeado: el cuidador refuerza positivamente los intentos de la persona por alcanzar la conducta social adaptada que quiere que aprenda. La persona repetirá la conducta hasta alcanzar la máxima ejecución posible.
- Modelado: el cuidador emite en presencia de la persona la conducta que quiere que aprenda y practique. El cuidador, por lo tanto, actúa como un modelo a seguir e imitar.
- Role playing: la persona, en una especie de teatralización, realiza la conducta que debe aprender (se trata de una situación ficticia).
- Retroalimentación: la persona emite la conducta en situaciones reales. Si la conducta emitida es la deseada el cuidador debe reforzar positivamente, lo que aumentará la posibilidad de que el paciente se comporte de dicha manera en el futuro. Si la conducta emitida es desadaptada, el cuidador no recompensará, lo que disminuirá la probabilidad de que la persona emita dicha conducta en futuras situaciones
Las personas con diversidad funcional psíquica son además vulnerables a la aparición de situaciones conflictivas pudiéndose dar estados de irritabilidad, agitación, baja tolerancia a la frustración o incluso desinterés e inactividad.
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