Saltar al contenido

La demencia: el enemigo de la tercera edad

¿Qué es?

La demencia ataca el cerebro de personas fundamentalmente de edad avanzada, y debe reconocerse cuanto antes para intentar frenarla. Aunque existen otras formas de esta terrible enfermedad, como por ejemplo sería la de inicio precoz o presenil, la más habitual es la que tiene por víctimas a personas mayores.

La enfermedad de la demencia es un síndrome adquirido de carácter clínico, que produce un deterioro de la cognición tal que impide el desarrollo de las funciones sociales y del razonamiento, la orientación espacial, etc., en el individuo. Cuanto más pronto se realice el diagnóstico, mejor es para combatir esta dolencia.

Las causas principales de este síndrome en las personas mayores serían, primero, el Alzheimer (con un abrumador porcentaje del 70% de los casos), y, en segundo lugar, la llamada demencia vascular, que abarca entre el 10 y el 20% de los casos clínicos. Otros detonantes de la demencia senil serían una amplia variedad de enfermedades que, al repercutir sobre la salud física y psíquica del individuo, conllevan secuelas indeseables en su salud neurológica.

Síntomas iniciales de la demencia: cómo reconocerla a tiempo

Algunos de los signos y síntomas iniciales de la demencia, y que la hacen reconocible de inmediato, serían:

  • Cambios aparentemente pequeños, pero degenerativos, en la capacidad para aprender datos nuevos y retener información. Es decir, un sutil pero implacable deterioro de la memoria. No hay que confundir esto con la afectación de la memoria asociada a la edad o AMAE, que constituye un deterioro mucho más leve de la cognición vinculado al normal envejecimiento de las neuronas.
  • Serias dificultades para el desempeño o la realización de tareas de cierta complejidad. A la persona afectada por los síntomas iniciales de esta dolencia le cuesta llevar a cabo tareas que requieran de varios pasos para su realización. Tareas como cocinar, comprobar balances de la cuenta corriente y de la libreta de ahorro, conducir un automóvil, etc.
  • Se deteriora la capacidad de raciocinio. El enfermo experimenta dificultades para afrontar racionalmente problemas cotidianos como la economía doméstica, o los avatares laborales diarios. También parece abandonar convenciones aceptadas de lo que debiera ser el comportamiento social: puede mostrarse brusco, irrespetuoso o incluso violento sin que haya motivos claros para ello. Igualmente, se altera el comportamiento de la persona a la hora de asearse, vestirse, y todo tipo de hábitos del día a día.
  • Dificultades para manejar el vocabulario. Al enfermo le cuesta encontrar las palabras oportunas para expresarse cotidianamente. Por el mayor esfuerzo que ha de acometer para elaborar pensamientos complejos, a la persona afectada le es más difícil mantener una conversación.
  • Repentinos cambios anímicos y de humor. En los momentos tempranos de la enfermedad, el afectado sufre depresiones, irritabilidad, cambia extrañamente desde la timidez habitual a la extroversión…
  • Abulia. El demente en su fase inicial se muestra apático o abúlico, sin voluntad para realizar todo tipo de labores o actividades diarias.
  • Tendencia a confundirse. El enfermo padece confusiones diversas a la hora de asociar mentalmente conceptos que antes le eran familiares, como caras conocidas, sinónimos y vocabulario, ideas que antes le eran sobradamente conocidas…
  • Tendencia a desorientarse. El sentido de la orientación se ve cada vez más perjudicado y menoscabado. Por lo tanto, el enfermo de demencia es propenso a la desorientarse y a desubicarse en el espacio.
  • Reiteraciones. El enfermo es cada vez más repetitivo por culpa de los cambios generales de comportamiento, y de la pérdida de capacidades de cognición y raciocinio.

¿Cuáles serían las diferencias entre demencia y Alzheimer?

El Alzheimer se considera un tipo de enfermedad que causa demencia. También se considera uno de los tipos de demencia senil: concretamente, está clasificado por los neurólogos como una de las demencias degenerativas primarias. Es decir: que sólo se trata de un tipo específico dentro de una familia clínica concreta de las demencias. Otras serían: vasculares, metabólicas, infecciosas, tóxicas…

Los porcentajes del Alzheimer son realmente preocupantes a día de hoy, hasta el punto de que puede considerarse una epidemia en determinados espectros de edad. Se calcula que entre el 40 y el 50% de los mayores de 80 años pueden padecerlo.

Esta dolencia consiste en una degeneración de las neuronas en determinadas áreas cerebrales (hipocampo, corteza entorrinal, etc), y en el cambio de la cantidad y efectos de los neurotransmisores. Estos son las sustancias químicas cerebrales que participan en la sinapsis. Una de las más modificadas o alteradas por el Alzheimer sería la acetilcolina, de gran importancia en el funcionamiento de la memoria. Además, se forman en el cerebro las llamadas placas seniles y ovillos neurofibrilares. Todo ello provoca los atroces efectos que todos: la degeneración neurológica irreversible del enfermo, con durísimas consecuencias cognitivas, de juicio y comportamiento, etc.

La demencia es un problema de extraordinaria gravedad. No debemos dejar que cunda el pánico injustificado ni la hipocondría, pero sí estar atento a los posibles indicios para tratarla a tiempo.

[/fusion_text][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]