La presión arterial aumenta con la edad y esto supone que las personas mayores de 65 años tienen mayor riesgo de sufrir hipertensión que las personas jóvenes. La prevalencia en este rango de edad suele alcanzar entre el 60% y el 75%, datos que han aumentado de forma considerable en los últimos 20 años debido al envejecimiento de la población.
El paciente presenta hipertensión arterial cuando alcanza valores de presión arterial sistólica de 140mm Hg o más y de presión arterial diastólica de 90mm Hg o más. Numerosos estudios han demostrado en los últimos años que la diferencia entre las presiones máxima y mínima, y no la presión arterial media, es el principal determinante del riesgo de sufrir una enfermedad del corazón o de los vasos sanguíneos.
Cuanto mayor edad, las arterias pierden más elasticidad, haciéndose más rígidas y teniendo menos capacidad para adaptarse a presiones más altas, lo que hace que puedan romperse u mostrar obstrucciones más fácilmente. El riesgo de sufrir complicaciones cardiovasculares (trombosis o hemorragia cerebral, infarto cardíaco, etc.) es mucho mayor en un anciano que en una persona joven adulta.
Se ha observado, además, que el riesgo cardiovascular crece a medida que aumentan los valores de la presión arterial; dicha asociación se observa aún en mayor medida en los valores sistólicos que en los diastólicos: de ello se desprende que la hipertensión sistólica aislada constituye un importante factor de riesgo.
Además, los ancianos hipertensos tienen una probabilidad siete veces mayor de padecer una descompensación cardíaca, con un porcentaje de mortalidad de hasta el 20%. No obstante, existen ciertos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar hipertensión, como pueden ser la edad, un estilo de vida poco saludable, el sobrepeso, o antecedentes familiares. Asimismo, la prevalencia de hipertensión arterial tiende a ser mayor en hombres que en mujeres.
¿Cómo podemos prevenirla en personas mayores?
Muchas personas mayores no saben que tienen hipertensión, ya que no presenta una sintomatología previa y por eso son tan necesarios los chequeos constantes y rutinarios. Más allá del diagnóstico médico y los distintos fármacos que se puedan usar para controlarla, es necesario llevar a cabo una serie de rutinas y hábitos para prevenirla.
– Dieta sana y equilibrada: se debe proporcionar al adulto mayor una dieta rica en frutas y verduras evitando el consumo de grasas saturadas y azúcares.
– Evitar el consumo excesivo de sal: la ingesta continuada de sal puede provocar el aumento de la presión arterial, aumentando así el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas.
– Realizar ejercicio físico: la realización de cualquier actividad física con cierta regularidad, permite disminuir la presión arterial alta y riesgo de padecer otros problemas. Así, el hecho de salir a caminar a diario o realizar pequeños ejercicios en casa, son muy beneficiosos para la salud de los mayores.
– Estilo de vida poco saludable: fumar y el consumo de alcohol pueden aumentar el riesgo de sufrir hipertensión, además de empeorar la salud en general asociada a otras enfermedades.
– Control del estrés: la salud emocional es tan importante como la salud física y, en este sentido, en una situación de estrés aumenta temporalmente la tensión arterial, por lo que debemos procurar controlar este tipo de situaciones con nuestros mayores.
De este modo, es importante como cuidador saber ayudar en este tipo de situaciones y facilitar un estilo de vida sano al mayor. Tomar la presión arterial a diario o vigilar la medicación, en caso de tomarla, son esenciales para ayudar a tener una buena salud.