Nos remontamos a 1906, cuando un trabajo titulado “Sobre un proceso patológico peculiar grave de la corteza cerebral” cambiaría el mundo del estudio médico de nuestro planeta. Este salió a la luz el 3 de noviembre del mencionado año, y ha pasado a la historia por ser, considerado por muchos, el primer estudio del Alzhéimer. Te contamos la historia.
Hablamos del primer paciente diagnosticado con Alzheimer. Fue en 1995 cuando se encontró, en el Hospital Clínico De Frankfurt la documentación del ahora ya conocido caso de Auguste D. (Deter) y que recoge la historia de la primera paciente con este tipo de demencia.
Viajemos al año 1901, cuando Auguste, de 51 años, ingresó en la Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos y fue atendida por el doctor Alois Alzheimer con síntomas muy claros: confusión y agitaciones constantes. De hecho, en su historial clínico, la historia comienza con ciertos problemas para dormir y lo que parecían ciertas alucinaciones en cuanto al comportamiento de su marido, al que acusaba de estar saliendo con otra mujer por las noches. Además, presentaba fallos de memoria y comportamiento de cambios de humor que le provocaban ira de forma repentina.
Lo que más llamó la atención del médico fue que Auguste presentaba además un comportamiento paranoico, asegurando que todos los que se encontraban a su alrededor hablaban de ella y que por la noche una persona aparecía en su dormitorio queriendo “hacerla algo”.
En el Instituto Médico, los especialistas se dieron cuenta de que Auguste presentaba comportamientos extraños, deambulando por la habitación y con signos de total desorientación, gritando y arremetiendo contra el personal sanitario. El doctor Alzheimer, con su puño y letra, escribió lo siguiente:
«Ella permanece sentada en la cama con expresión de impotencia. Le pregunto: ¿Cuál es su nombre? Auguste. ¿Y su apellido? Auguste. ¿Y el nombre de su esposo? Auguste, yo pienso. ¿El de su marido? Ah, mi marido (ella mira como si no comprendiera la pregunta). ¿Está usted casada? Con Auguste. ¿Sra. D.? Sí, con Auguste D».
Los médicos se dan cuenta de que no escribe bien y habla con iguales dificultades, hasta que llega un día en que las palabras dejan de salir de su boca. Parece obsesionada por querer ordenador todo de forma continua y, poco a poco, comienza a ser completamente dependiente. Una persona sin habla, sin vida, sin ganas. Sin peso y sin control de sus esfínteres. Auguste se convirtió en una persona completamente dependiente.
No estaba el doctor con ella en el momento de su muerte. Él se encontraba en Múnich, en la Clínica Psiquiátrica Real, cuando ella murió a causa de una septicemia producida por ulceras de decúbito. Pero él no se olvidó de ella.
Comienza un duro trabajo en el que pide de forma insistente estudiar el cerebro de la fallecida de forma neuronal, para dar con esa enfermedad que tanto recordaba a la demencia senil y que, sin embargo, no llegaba a encajar del todo con sus características. Y así fue: desconcertante. La corteza cerebral, cuarteada y separada por placas, daba lugar a la destrucción de un tercio de las neuronas a base de ovillos de origen desconocido y la pérdida del núcleo de las neuronas afectadas.
Fue entonces cuando el doctor Alzheimer dio con lo que hoy conocemos como atrofia cortical y las placas seniles, resultados que dieron lugar a su exposición en la conferencia “Sobre un proceso patológico peculiar grave de la corteza cerebral” y que, irónicamente, no produjo interés alguno entre el mundo de la medicina de la época.
Hoy, ese documento, es el primero en la historia que referenciar un caso de Alzheimer, algo que le dio, como bien sabemos hoy en día, su nombre para siempre.